La naturaleza es sabia y nos ha dotado de ciertos mecanismos, instintos e impulsos destinados a que sobrevivamos y seamos más felices. Al fin y al cabo, este es el objetivo último de todos los seres humanos y todo, absolutamente todo lo que llevamos a cabo, tiene como fin conseguir la satisfacción con la vida y la supervivencia.
Trabajamos para sobrevivir, pero también buscamos la felicidad de alguna forma a través del trabajo. Nos emparejamos para que la especie humana y más en concreto, nuestros genes, se perpetúen y también para que la vida sea más agradable en compañía de una persona especial que nos puede ofrecer mucho y viceversa.
En definitiva, todo lo que realizamos, todos nuestros proyectos vitales buscan encontrar la anhelada felicidad y que sea más sencillo permanecer en este mundo.
Desde luego. Y no es que lo sea, es que nosotros hemos creado un mundo artificial, con vidas artificiales que se han ido desarrollando debido a las exigencias que nosotros mismos hemos inventado. La verdad es que todo podría ser mucho más sencillo de lo que es si solo nos dejásemos influir por lo natural, si nos apegásemos más al mundo tal y como es.
Cuando decimos que el mundo es un lugar artificial, nos referimos a que la mayor parte de de nuestro tiempo lo pasamos actuando contra natura. Trabajamos demasiadas horas, vamos de un lado para otro con prisa y con una ansiedad tan grande que parece que cada día nos enfrentásemos a fieras. Sufrimos de celos, de dependencia emocional y vivimos la muerte como si creyésemos que somos inmortales.
Esto no es natural y nos hace sufrir demasiado. Sufrimos porque pensamos y creemos que tenemos que rendir, que nunca deberíamos fallecer, que el mundo es un lugar peligroso, que tenemos demasiadas obligaciones, etc…
Si uno se cree esto, al final acabará actuando conforme piensa, con el estrés y las emociones negativas que ello conlleva. Si nos fijamos en el resto de la naturaleza, más en concreto en los animales, observaremos que no están como nosotros. Ellos no sufren de úlceras por estrés ni van por la selva corriendo como si se les fuese la vida. Si corren, es para divertirse o cazar, pero no por creencias irracionales.
Conecta con la naturaleza
Conectar con la naturaleza significa dejar a un lado la creencia de que somos tan importantes, casi divinos y darnos cuentas de una vez por todas de que somos humanos. Pertenecemos, al igual que los animales, a este mundo que poco entendemos pero que tiene un orden natural establecido y que es el que es, nos guste o no.
Tenemos que empezar a abrazar nuestra propia biología, lo que nos pide el cuerpo. Abandonar las obligaciones autoimpuestas y comenzar a disfrutar más de aquello que nos apasiona, de nuestra naturaleza.
Al fin y al cabo esta es la única vida que vamos a vivir y malgastarla en exigencias y obligaciones no es el camino para encontrar el bienestar, más bien al contrario.
Si reflexionas un poco te darás cuenta de que cuando lo pasas muy mal es porque estás pensando de una forma demasiado negativa, autocrítica y exigente. Estos pensamientos surgen de las creencias irracionales que la sociedad y la cultura ha inventado y nosotros hemos creído como si fuese lo correcto, lo verdadero y lo que debería ser.
Mujer haciendo meditación en el campo
Ciertamente, este tipo de pensamientos no se ajustan a la realidad tal y como es. El trabajo no nos hace más dignos ni más valiosos que cualquier otro ser humano. Tampoco podemos esperar que nuestra pareja deje de apreciar la belleza en los demás ni que el físico dicte nuestro lugar en una clasificación imaginaria.
«Los instintos naturales se pierden en estado doméstico».
-Charles Darwin-
¿Crees que las sociedades más naturales, como los indios del Amazonas piensan así? Está claro que no. Para ellos, todo es más fácil, se conforman con comer y beber a diario. A diferencia de nosotros, para ello solo necesitan trabajar una hora o dos. El resto del tiempo lo dedican a disfrutar de la vida, del arte, de la familia.
Empieza hoy a conectar
Para aprender a vivir de una forma más natural y por lo tanto, ser una persona más calmada, serena y feliz, tienes que empezar a realizar acciones que te permitan conectar.
Visita con más asiduidad la montaña, la playa o cualquier lugar alejado de la ciudad y de la rutina diaria. Observa lo maravilloso y complejo que es el mundo en el que vivimos, contágiate de su biorritmo. Podemos disfrutar de los árboles, los animales, de las estrellas o de la lluvia, contemplarlos y fundirnos con ellos. Nosotros hemos tenido la suerte de conocer todo esto, ¡ni se te ocurra desperdiciar toda esa belleza!
Piensa de forma más realista. Aléjate de los prejuicios sociales, de las ideas falsas inculcadas por la sociedad contemporánea e intenta ajustar tu mente a lo que en realidad es y ha sido siempre: La muerte no es injusta, es beneficiosa, las emociones negativas son naturales y muchas veces aliadas, el sexo no es pecado, no somos dueños de nada más que de nosotros mismos…
Haz cambios en tu manera de comportarte. No vayas corriendo a los sitios, no seas tan intolerante con las cosas que ocurren, no exijas y castigues lo que no sale como tú quieres. Empieza a fluir con la vida para que ella fluya contigo.
Apreciar la belleza de la naturaleza a través del silencio
Como afirma el maestro Thich Nhat Hanh: «el silencio interior es esencial para poder oír la llamada de la belleza y responder a ella. Si en nuestro interior no hay silencio – si nuestra mente, nuestro cuerpo, están llenos de ruido- no oiremos la llamada de la belleza». Si en nuestra mente sólo tenemos un discurso que nos repite una y otra vez lo mismo, no seremos capaces de apreciar la belleza que nos brinda la naturaleza.
Solo cuando seamos capaces de serenar, de acallar, de calmar la mente discursiva, podremos sentirnos parte del todo. De esta forma, volveremos a estar en contacto con nuestra auténtica naturaleza. Sabremos que realmente somos parte de aquello que nos rodea y no de lo creado artificialmente. Como insiste el maestro: «la plena conciencia es la práctica que silencia el ruido de nuestro interior. Sin ella nos dejaremos arrastrar por una cosa tras otra». Así pues, qué mejor que apreciar la belleza de la naturaleza a través del silencio mental.
Ángel Buitrago
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